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Vol. 9 No. 2
©Derechos de autor reservados 2007

Los berrinches y la ansiedad en los niños pequeños. Un estudio preliminar

Gina Mireault
Universidad Estatal Johnson

Jessica Trahan
Universidad de Illinois Meridional

Sinopsis

Los berrinches –reacciones emocionales desproporcionadas ante cierta situación– parecen ser un fenómeno común de la infancia, aunque han recibido poca atención en la investigación. El presente estudio preliminar describe los factores que provocan los berrinches; la frecuencia, la intensidad y la duración de estos; y las reacciones paternas en una pequeña muestra comunitaria (N = 33) de niños de entre 3 y 5 años de edad. La intensidad y la duración de los berrinches tenían una correlación positiva con las tasaciones por parte de los padres de la ansiedad o depresión del niño en la Lista de Verificación Achenbach del Comportamiento Infantil (Achenbach Child Behavior Checklist). Se necesita más investigación para replicar estos hallazgos y expandir nuestra comprensión de la función de los berrinches en el desarrollo social y emocional, especialmente respecto al comportamiento de los berrinches relacionado con la edad y el sexo. La función de la ansiedad en el comportamiento de oposición puede ser significativa para la intervención y las prácticas de educar a los hijos.

Introducción

Los berrinches, o reacciones emocionales desproporcionadas ante cierta situación, parecen ser universales en el desarrollo infantil (Solter, 1992) y parecen constituir más que una mera molestia en el cuidado infantil. Los niños que tienen un historial de berrinches intensos y frecuentes corren el riesgo de desarrollar más tarde en la infancia trastornos emocionales y de la conducta más graves (Kann y Hanna, 2000; Needlman, Stevenson y Zuckerman, 1991; Sanson y Prior, 1999). A medida que un niño descubre su autonomía, la mayoría de los padres y madres tienen que manejar y aguantar los berrinches, la intensidad y la frecuencia de los cuales pueden posiblemente crear un dinámico negativo y duradero del comportamiento (Stormshak, Bierman, McMahon y Lengua, 2000). Por estos motivos, los berrinches representan un fenómeno importante de la infancia que parece merecer más atención empírica que la que ha recibido hasta la fecha (Bath, 1994; Needlman et al., 1991). Sin embargo, la mayoría de la investigación de los berrinches se ha llevado a cabo con muestras clínicas de niños mayores cuyos berrinches son atípicos para su desarrollo.

Los berrinches representan una crisis temporal de los sentimientos para el niño pequeño. Bath (1994) definió los berrinches como la reacción de un niño cuando no puede regular sus impulsos emocionales, lo cual desemboca en una aparente pérdida del autodominio y el descartar normas previamente aceptadas del comportamiento, a un grado que parece desproporcionado para la situación. Se ha considerado durante mucho tiempo que los berrinches son provocados por la frustración objetiva o verbal de los niños pequeños (Bhatia, Dhar, Singhal, Nigam, Malik y Mullick, 1990; Einon y Potegal, 1994) y por su enojo (Potegal y Davidson, 2003), además de una corteza frontal inmadura, la cual ayuda a regular los estados de ánimo y los sentimientos (Greenberg y Snell, 1997).

Ciertos investigadores (por ej., Bath, 1994) han señalado que los berrinches pueden ser provocados por factores distintos del enojo o la frustración, indicando el sufrimiento general como factor provocador de berrinches (Potegal y Davidson, 2003; Proffer, 1995). Por ejemplo, según se informa, padres de familia y peritos del cuidado infantil han observado que los niños se hallan más propensos a tener berrinches cuando están fatigados, excesivamente estimulados o estresados, o se encuentra una desviación de la rutina normal del niño (Einon y Potegal, 1994; Potegal y Davidson, 1997; Solter, 1992). Estos últimos dos escenarios sugieren que la confusión o el sufrimiento general que genera la ansiedad también puede contribuir a la reacción emocional excesiva propia de un berrinche.

En consonancia con la hipótesis que los berrinches pueden ser provocados por la ansiedad, la investigación llevada a cabo con niños mayores (por ej., de entre los 5 y 17 años de edad) diagnosticados con el Trastorno de Desafío y Oposición (Oppositional Defiant Disorder, u ODD por sus siglas en inglés) –del cual los berrinches constituyen un síntoma central– ha demostrado que el 25% de estos niños tienen un diagnóstico doble de trastornos de ansiedad o del estado de ánimo (Speltz, McClellan, DeKlyen y Jones, 1999). Kashani, Deuser y Reid (1991) también confirmaron la relación entre la agresión y la ansiedad en su estudio de 210 niños a las edades de 8, 12 y 17 años. Hallaron que los niños que manifestaron la mayor agresión verbal y física informaron de experimentar significativamente más ansiedad, y los investigadores sostuvieron que la agresión puede representar una estrategia de afrontamiento para individuos que se hallan en un estado de ansiedad. Leung y Fagan (1991) describieron los berrinches como la forma de ODD que se experimenta durante la primera infancia y señalaron tanto el enojo como el temor, junto con variables familiares y del estilo de crianza paterna, como factores que contribuyen a los berrinches.

Es importante notar que la relación precisa entre la ansiedad y los berrinches todavía no queda clara ya que apenas se está empezando a explorar la función de la ansiedad en este comportamiento. Spielberger (1966) propuso un modelo de ansiedad con dos factores que puede ser relevante para los comportamientos de berrinches. Según indica Spielberger, la ansiedad de estado es específica a las situaciones pero la ansiedad de rasgo se basa en la personalidad o el temperamento y puede ser heredable (Lau, Eley y Stevenson, 2006). Este modelo de dos factores se ha validado para los niños pequeños (Hedl y Papay, 1982) y puede explicar por qué un niño que reacciona con berrinches en ciertas situaciones puede contenerse de dar un berrinche en otros momentos (por ej., la ansiedad de estado), y por qué otros niños parecen ser propensos a dar berrinches independientemente de las circunstancias (por ej., ansiedad de rasgo). Si los estudios preliminares pueden descubrir una asociación general entre los berrinches y la ansiedad, las investigaciones subsecuentes tal vez podrán explorar si la variación adicional en los comportamientos de berrinches puede explicarse específicamente por la ansiedad de estado o de rasgo. Otra posibilidad es que la ansiedad es el resultado de ciertos berrinches (por ej., a causa de la angustia del niño al perder el autodominio o debida a la reacción de su padre o madre ante el berrinche).

Sea como fuere el caso, si la ansiedad tiene correlación con los berrinches entre niños pequeños, esto tiene implicaciones respecto la manera en que los cuidadores deberían evaluar y tratar los berrinches. Actualmente, los entendidos en la materia del cuidado infantil sugieren que los cuidadores deberían emplear una de dos técnicas cuando un niño está dando un berrinche: (1) dejar al niño sin prestarle atención y (2) aislarlo (por ej., darle un “tiempo de descanso”; Bhatia et al., 1990; Carr y Newsom, 1985). Sin embargo, entre el 20% y el 54% de los padres de familia informan de utilizar las críticas, la restricción física y la disciplina física severa como reacciones ante los berrinches (Bhatia et al., 1990; Einon y Potegal, 1994). Si la ansiedad constituye un precursor a algunos berrinches, tales intervenciones no sólo son inapropiadas, sino que es posible que intensifiquen la ansiedad del niño y contribuyan a un ciclo de comportamientos de berrinches (es decir, que aumenten tanto la ansiedad del niño como los berrinches). Si la ansiedad toma un papel central en los berrinches, los consejos provistos a los cuidadores pueden cambiarse o volverse más urgentes. Por ejemplo, si los cuidadores saben que un berrinche representa la forma en que un niño expresa sentimientos de pánico, tal vez sea menos probable que intenten manejar los berrinches con la disciplina física, la restricción, las críticas o el aislamiento, y más probable que intenten tranquilizar al niño y utilicen técnicas de reducir la ansiedad.

El presente estudio tiene el propósito de ofrecer una descripción preliminar de los berrinches, los factores que los provocan, y las reacciones de los padres de familia. Se formó la hipótesis que la frecuencia, la intensidad y la duración de los berrinches estarían relacionadas con la ansiedad del niño informada por los padres. Además, se esperaba que el enojo, la frustración y el rechazo por parte de los padres de familia en reacción ante los berrinches guardaran relación con las tres dimensiones de los berrinches (es decir, la frecuencia, la intensidad y la duración). Los padres de 33 niños entre las edades de 3 y 5 años completaron cuestionarios acerca de los comportamientos de berrinches de sus hijos y sus síntomas de ansiedad.

Método

Procedimientos

Al principio se obtuvo de los directores de tres programas preescolares en dos condados vecinos el permiso para llevar a cabo un estudio de “los sentimientos y los berrinches”. Luego se les informó a los padres de familia del estudio mediante una carta colocada en la casilla de cada niño. Se les invitó a todos los padres cuyos hijos tenían entre 3 y 5 años de edad, aunque sólo un niño era elegible en cada familia. Si les interesaba a los padres participar, obtuvieron de la maestra preescolar un paquete del cuestionario, que contenía US$5 (como compensación adelantada) y estaba identificado con un número. Las investigadoras proveyeron una caja para la recolección en el aula de los cuestionarios. Se colocaron notas de recordatorio en las casillas de los participantes después de dos semanas para lograr un índice elevado de respuestas (el 83% de los 40 padres de familia contactados). No se ofreció ninguna compensación adicional después de la compleción del estudio.

Participantes

Se recogieron datos mediante el cuestionario de los padres y madres de 33 niños (M = 3,8 años de edad, SD = 0,84) reclutados de tres programas preescolares en el estado de Vermont. La muestra estuvo compuesta de 15 niños varones y 18 niñas. Los niños asistían al programa preescolar un promedio de 29,3 horas a la semana (SD = 13,4), y la mayoría eran primogénitos (n = 11) o segundos hijos (n = 14). Una mayoría (n = 19) también tenía un solo hermano o hermana (véase la Tabla 1).

 

Tabla 1
Características demográficas de los participantes
Característica n* (%) Promedio (SD)

Niños

Varones 15 (45)  
Mujeres 18 (55)  
Primogénitos 11 (33)  
Segundos hijos 14 (42)  
Edad   3,8 (0,84)
Horas de asistencia al programa preescolar por semana   29,3 (13,4)

Padres

Casados 29 (88)  
Edad materna   35,5 (4,4)
Edad paterna   37,4 (5,1)
Años de formación académica materna   15,9 (1,9)
Años de formación académica paterna   15,8 (2,2)
*N = 33.

La mayoría de los padres eran casados (n = 29), con una cantidad promedia de años de formación académica de 15,9 en el caso de las madres (SD = 1,9) y 15,8 en el caso de los padres (SD = 2,2). El promedio de ingresos anuales combinados era $75.000 (extensión = $168.000, SD = 36,4). Las madres tenían un promedio de 35,5 años de edad (SD = 4,4) y los padres, un promedio de 37,4 años (SD = 5,1). Las madres constituyeron la mayoría (n = 32) de los que proveyeron los datos (véase la Tabla 1).

Medidas

Achenbach Child Behavior Checklist (CBCL, o Lista de Verificación Achenbach del Comportamiento Infantil). El CBCL (Achenbach y Rescorla, 2000) para los niños de entre los 1,5 y 5 años de edad es un cuestionario empírico de 100 preguntas que pide que los padres indiquen el grado hasta el cual ciertos comportamientos se han manifestado en un niño durante los últimos 6 meses (Achenbach, 1993). La frecuencia de cada comportamiento se tasa en una escala de 0 hasta 2, y los datos iniciales se convierten en puntuaciones de la T. Se ha normalizado la medida según la edad y el sexo. Las normas se basan en muestras no clínicas. La ansiedad se midió utilizando la escala subsidiaria de ansiedad/depresión para la cual una puntuación de la T de 65 (95º percentil) representa el rango clínico. Se ha demostrado una y otra vez que el CBCL tiene constancia interna y fiabilidad entre pruebas iniciales y replicadas, con correlaciones de entre 0,81 y 0,95 (Achenbach, 1993).

Cuestionario de berrinches. Se diseñó para el presente estudio un cuestionario de 25 preguntas descriptivas con validez aparente sobre los comportamientos de berrinches, los factores provocadores y las reacciones paternas. Las instrucciones incluían la siguiente frase: “Los berrinches son un fenómeno normal y universal de la infancia sobre el cual se sabe relativamente poco. Los berrinches no son buenos ni malos; pueden presentar oportunidades del desarrollo tanto negativas (por ej., el desafío) como positivas (por ej., la afirmación positiva del niño).”

El cuestionario examinó tres facetas del comportamiento de berrinches (frecuencia, duración e intensidad) según la literatura descriptiva existente para mejorar la validez del contenido (por ej., Potegal y Davidson, 2003; Potegal, Kosorok y Davidson, 2003) y tres facetas de las reacciones emocionales de los padres y madres ante los berrinches (el enojo, la frustración y el rechazo), también derivadas de la literatura (por ej., Bhatia et al., 1990; Einon y Potegal, 1994). Para cada una de estas seis dimensiones, los padres calificaron los berrinches de su hijo por lo general y el berrinche más reciente del niño, además de sus reacciones por lo general y su reacción al berrinche más reciente de su hijo. Por ejemplo, los padres indicaron la intensidad de los berrinches de su hijo por lo general, además de la intensidad de su berrinche más reciente.

Se calculó una calificación cumulativa para la frecuencia de los berrinches según dos factores: el primero era una escala tipo Likert de 9 puntos que comparaba la frecuencia de los berrinches del niño con los de otros niños de la misma edad, y el otro preguntó a los padres con cuánta frecuencia su hijo hacía berrinches (entre 2 o más veces al día y menos de 1 vez cada dos meses, equivalente a una escala de 8 puntos). Se calculó una calificación cumulativa para la intensidad de los berrinches basada en cuatro preguntas. Por ejemplo: “En comparación con otros niños de la edad de su hijo o hija, tase la intensidad de sus berrinches según la siguiente escala: 1 = muy ligeros hasta 9 = muy intensos, con 5 como el promedio” y “Como promedio, ¿cuánta intensidad tienen los berrinches de su hijo o hija?” (1 = apenas se notan, 3 = notables/una distracción y 5 = llaman la atención/no se pueden pasar por alto/perturbadores). Se hicieron las mismas dos preguntas acerca del berrinche más reciente del niño. La duración de los berrinches se calculó según dos preguntas específicas sobre la duración promedia en minutos de los berrinches del niño y la duración de su berrinche más reciente. Se calculó el promedio de estas estimaciones del tiempo para obtener las calificaciones de la duración de los berrinches.

Se calcularon el enojo, la frustración y el rechazo por parte de los padres en reacción ante los berrinches según dos preguntas tipo Likert con 9 puntos para cada dimensión. Por ejemplo: “¿Cuánto se enoja usted como promedio en reacción ante los berrinches de su hijo?” y “¿Cuánto se enojó usted en reacción ante el berrinche más reciente de su hijo?” (1 = nada, 5 = neutro, 9 = mucho). Las calificaciones cumulativas se obtuvieron a partir de cada una de estas respuestas paternas.

Análisis. Se computaron estadísticas descriptivas, entre ellas las frecuencias, los promedios, los rangos y las desviaciones típicas para la frecuencia, la intensidad y la duración en minutos de los berrinches, y para las reacciones emocionales de los padres ante los berrinches (Vg., enojo, frustración, rechazo). A partir de los datos ordenados por los padres según el rango secuencial, se computaron los factores provocadores más comunes de los berrinches (por ej., cansancio, estímulos excesivos, etc.), así como los comportamientos más comunes de los padres y madres en reacción ante los berrinches (por ej., el tiempo de descanso o time-out, el castigo físico, intentos de tranquilizar al niño). Finalmente, se computaron los coeficientes de correlación momento producto de Pearson para evaluar la asociación entre la ansiedad y depresión infantil informada por los padres, y las dimensiones de los berrinches (intensidad, frecuencia y duración) y las reacciones emocionales de los padres ante los berrinches (enojo, frustración, rechazo).

Resultados

La mayoría de los padres (n = 26; 79%) informó que los berrinches ocurrían con mucha frecuencia; aproximadamente la mitad de estos (n = 12) informó de berrinches diarios y otra mitad (n = 14) de berrinches cada semana. Los restantes padres de la muestra (n = 7) informó de berrinches menos frecuentes, desde una o dos veces al mes hasta menos de una vez al mes y nunca (n = 1). Se calculó una calificación cumulativa para la frecuencia de los berrinches utilizando dos preguntas tipo Likert del cuestionario sobre los berrinches. Las calificaciones se hallaron en el rango entre 2 y 15 (rango posible = 16), con una calificación promedia de 8,5 (SD = 3,6), cifra que corresponde con “un berrinche aproximadamente cada cuantos días”.

Entre los 32 padres que informaron de berrinches, la mitad (n = 16) calificó la intensidad de los berrinches de su hijo como “notable/una distracción” (equivalente a 3 en una escala Likert de 5 puntos). Casi una tercera parte (n = 10) calificó los berrinches de su hijo como estresantes (valor Likert de 4) o perturbadores (valor Likert de 5). Los demás padres (n = 6) calificaron los berrinches de sus hijos solamente como “un tanto notables”. Se derivó una calificación cumulativa para la intensidad de los berrinches a partir de 4 preguntas tipo Likert (rango total posible = 37) con una calificación promedia de 15,8 (SD = 5,3; rango real = 28).

Se calculó la duración de los berrinches a partir de dos preguntas a los padres sobre la duración estimada en minutos de los berrinches de su hijo o hija por lo general y de su berrinche más reciente. La duración se hallaba en un rango de entre 2 y 75 minutos (M = 16, SD = 14,8).

Finalmente, se pidió que los padres ordenaran sus comportamientos de reacción según un rango y que tasaran sus reacciones emocionales (por ej., enojo, frustración y rechazo) ante el berrinche más reciente de su hijo o hija, y ante los berrinches por lo general. Los comportamientos de los padres en reacción se agrupaban principalmente en tres categorías: (1) intentar tranquilizar al niño (el 59%); (2) darle un tiempo de descanso o time-out (el 37%); y (3) tratar de enseñarle al niño cómo tranquilizarse (el 31%). El 66% de los padres calificó “usar la disciplina física” como su reacción menos frecuente ante un berrinche. No hubo diferencias en las frecuencias observadas de los comportamientos de los padres en reacción ante los berrinches de sus hijos varones versus los de las hijas. Las calificaciones cumulativas se computaron para cada reacción emocional paterna; se derivó cada calificación de dos preguntas tipo Likert de 9 puntos (rango posible entre 2 y 18). El enojo paterno se hallaba entre 3 y 17 (M = 7,8, SD = 3,4), la frustración se hallaba entre 2 y 16 (M = 9,5, SD = 3,4) y el rechazo se hallaba entre 3 y 14 (M = 8,8, SD = 3,0).

Se pidió que los padres ordenaran los factores que más comúnmente provocaban los berrinches de su hijo por lo general y el que había provocado el berrinche más reciente de su hijo, y se les pidió dar una descripción breve de los eventos de este último. Para cada factor provocador, se calculó la cantidad de veces que recibió la tasación de uno de los dos factores más frecuentes. “Se le negó un pedido/no pudo salirse con la suya” tenía la mayor probabilidad de calificarse entre los primeros dos factores provocadores (el 66%), seguido del “cansancio” (el 62%) y “conflictos con otros” (por ej., un hermano; el 42%). Era interesante que los padres tasaran “la ansiedad/el temor/los nervios” como el factor provocador de menor probabilidad, ya que se calificó entre los dos primeros factores provocadores en solo el 1% de las calificaciones.

Las tasaciones por parte de los padres de los síntomas de ansiedad y depresión en sus hijos en el CBCL, utilizando las puntuaciones de la T, se hallaban entre 50 y 69 (M = 54,1, SD = 4,8). Como se había predicho, se revelaron coeficientes de correlación momento producto de Pearson significativos entre la ansiedad y depresión del niño informada por el padre y la intensidad de los berrinches, r(32) = 0,37, p < 0,05, y la duración de los berrinches, r(32) = 0,52, p < 0,01. Sin embargo, y contrario a la hipótesis, no se hallaron coeficientes Pearson de correlación de entre la ansiedad y depresión del niño y la frecuencia de los berrinches, ni entre la ansiedad y depresión del niño y las reacciones ante los berrinches de enojo, frustración o rechazo por parte de los padres.

Discusión

El presente estudio constituyó una investigación descriptiva preliminar de los berrinches infantiles en una muestra comunitaria pequeña de niños preescolares. El objetivo era obtener datos preliminares de los padres sobre la frecuencia, la intensidad y la duración de los berrinches; los factores que los provocaban; y las reacciones de los padres. Otro objetivo era explorar la relación entre las variables de los berrinches y la ansiedad y/o depresión de los niños.

El hallazgo de la relación entre la ansiedad y los berrinches en la presente muestra apoya la investigación previa que demuestra la asociación entre la ansiedad y el comportamiento de oposición en niños mayores (Kashani et al., 1991; Speltz et al., 1999) y sugiere que esta relación puede empezar en niños más pequeños. En otras palabras, la relación entre la ansiedad y el comportamiento de oposición no parece resultar del desarrollo y puede comenzar cuando los niños primero empiezan a manifestar el comportamiento de oposición. Esta relación también sugiere que la intervención temprana puede ser clave para impedir que esta tendencia se escale en niños mayores, en cuyo caso los berrinches pueden provocar una recomendación de servicios de educación especial.

Si los niños de corta edad pueden manifestar la ansiedad al exteriorizarla con un berrinche, tal vez se deben volver a considerar las técnicas de intervención que frecuentemente se les recomiendan a los padres y educadores de niños pequeños (por ej., el tiempo de descanso, el aislamiento), algunas de las cuales pueden intensificar la ansiedad. Es interesante que los padres de familia del presente estudio calificaran “la ansiedad/el temor/los nervios” como el factor menos probable de provocar berrinches, lo cual sugiere que los padres y cuidadores tal vez tengan primero que reconocer un berrinche como una posible reacción de ansiedad a fin de manejarlo eficazmente. Solter (1992) ha redefinido los berrinches de la infancia como una manera normal y sana de soltar el estrés y la frustración, en vez de una conducta mala. Ella recomienda que los cuidadores respondan tanto al quedarse cerca del niño en vez de aislarlo, como al describirle sus sentimientos y experiencia para proveerle palabras que describan los sentimientos y les den significado, lo cual con el tiempo debería ayudarlo a expresar sus sentimientos de forma verbal (por ej., “Se te ha ido mal el día”, “Te sientes desilusionada”.) Este tipo de respuesta puede prevenir que el niño se sienta aislado, abandonado o castigado, lo cual puede ayudar a disminuir la ansiedad, aun si es necesario quitar al niño de la situación (por ej., un supermercado o salón de clases).

Solter (1992) sugiere también que los cuidadores reaseguren al niño durante el berrinche y dejen que llore en vez de requerir que hable. Los cuidadores deberían hablar en tonos tranquilos y presentar un lenguaje corporal tranquilo para reducir la ansiedad de los niños respecto a las circunstancias que provocaron el berrinche o respecto al berrinche mismo, y para comunicarle el mensaje que él mismo tiene el poder de retomar el control. Puesto que la relajación contrarresta la ansiedad, los cuidadores deberían emplear cualquier método posible para aumentar la relajación (por ej., llevar al niño a un lugar tranquilo, distraerlo, hablarle lentamente). Aunque los berrinches presentan una crisis temporal y una molestia para los cuidadores, Solter (1992) señala que también le ofrecen al niño una oportunidad importante de descubrir la aceptación tranquila y la empatía del cuidador, además de su propia capacidad para recuperarse de una crisis emocional.

Aunque los hallazgos revelan algunas relaciones entre la intensidad y duración de los berrinches y la ansiedad y depresión de los niños, estos datos deben interpretarse con cautela debido a la naturaleza y el tamaño de la muestra, el que los padres informaran de las variables concurrentemente, y el primer uso de una medida de validez aparente. Las muestras pequeñas por lo general no pueden representar la población más amplia, y aumentan la posibilidad del error de Tipo I. Además, los padres de familia eran mayores y tenían mucha formación académica, y estas características limitan aún más la posibilidad de generalizar dichos hallazgos a poblaciones más típicas. Como en el caso de muchos estudios de niños pequeños, la mayoría de los informadores constaba de madres empleadas, aunque la situación de dobles ingresos de los padres de familia en esta muestra es característica de las familias estadounidenses con hijos menores de 6 años.

El presente estudio no halló asociaciones entre las reacciones de los padres ante los berrinches y la ansiedad y depresión de los niños. Sin embargo, otros estudios han relacionado tales variables de las prácticas paternas como el calor emocional y el apego con la regulación emocional –aunque no sea específicamente con los berrinches– y también con variables infantiles, como el temperamento y la reactividad emocional (Calkins, Smith, Gill y Johnson, 1998; Dennos, 2006; Garner, 1995). La regulación emocional está implicada en el comportamiento de berrinches y se desarrolla con la maduración cerebral (Greenberg y Snell, 1997) y con oportunidades de observar y practicar las habilidades de afrontamiento (Ashiabi, 2000). Además, la comprensión del mundo físico y social de parte de un niño aumenta durante la primera infancia, por lo que los eventos del mundo resultan más fáciles de predecir y provocan menos confusión y ansiedad; este cambio, además de la maduración social y lingüística del niño, también reduce la probabilidad de berrinches (Proffer, 1995; Solter, 1992). El papel de dichas variables en el mantenimiento de comportamientos de berrinches durante los años posteriores de la niñez en el caso de ciertos niños espera las investigaciones futuras.

Surgen otras preguntas, entre ellas la del mecanismo que conecte los berrinches y la ansiedad. Por ejemplo, es posible que los niños con grados elevados de ansiedad de rasgo sean propensos a los berrinches, mientras que los berrinches de otros niños pueden ser motivados por variables relacionadas con la situación que provocan la ansiedad de estado (Hedl y Papay, 1982; Spielberger, 1966). Además, en vista del caudal de investigación sobre las presiones de socialización ejercidas sobre varones pequeños para inhibir las expresiones de ansiedad y temor (por ej., Brannon, 2005; Brannon, 1976; Plant, Hyde, Keltner y Devine, 2000), las investigaciones futuras deberán explorar si los berrinches difieren según el sexo del niño o si son interpretados diferentemente y provocan reacciones diferentes por parte de los padres y las madres, entre niños varones y niñas.

Aunque aguardan ser replicados, estos hallazgos sugieren que la ansiedad es una de muchas variables relacionadas con los berrinches, e implican que los padres y cuidadores deberían considerar que un berrinche puede reflejar la ansiedad, confusión o estrés de un niño, aunque no sea aparente, además de o en vez de la oposición deliberada. Se necesita la investigación futura para clarificar los resultados del presente proyecto preliminar y para analizar a fondo este comportamiento infantil tan complejo pero común.

Referencias

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Información de las autoras

Gina Mireault es profesora de psicología en la Universidad Estatal de Johnson en Johnson (Vermont). Su investigación se ha enfocado en el desarrollo emocional de niños, especialmente aquellos que sufren por la muerte de su padre y/o madre. La presente investigación de los berrinches y la ansiedad constituye un esfuerzo preliminar en un estudio mayor acerca de niños de entre los 9 y 14 años de edad. También empieza a explorar el desarrollo del sentido del humor durante el primer año de vida.

Gina Mireault
210 McClelland Hall
Behavioral Sciences Department
Johnson State College
Johnson, VT 05656
Teléfono: 802-635-1427
Fax: 802-635-1465
E-mail: Gina.Mireault@jsc.vsc.edu

Jessica Trahan es estudiante graduada en la Universidad de Illinois Meridional en Carbondale. En agosto de 2007 recibirá la Maestría de Ciencias en Análisis del Comportamiento y Terapia. Su enfoque principal en los estudios graduados era el desempeño del horario y las preferencias vocacionales en estudiantes con discapacidades del desarrollo. También ha trabajado como terapeuta del comportamiento para poblaciones con varias discapacidades en el sur de Illinois, pero principalmente con las personas diagnosticadas con trastornos del espectro autista. Jessica es oriunda de Derby Line (Vermont) y recibió en mayo de 2005 la licenciatura de artes de la Universidad Estatal Johnson en Johnson (Vermont).

Jessica Trahan
E-mail: Jessica_Trahan@yahoo.com